Refutación a Keynes, por Henry Hazlitt (24)

Capítulo XXIV – Keynes se deja llenar

  • Desigualdades de ingreso

La sucia estrategia elaborada por Keynes, como es usual, y como no tiene NADA de científico, es la justificación de que, por culpa de los ricos y su perjudicial abstinencia, tan sólo por ese argumento que es refrito de los subconsumistas pero con “responsables” de lo que impide a una economía, ser próspera por culpa de un puñado de “egoístas”.

No hay mucho más que replicar, y esto porque, en el fondo, los argumentos, o mejor dicho, las falacias en forma de muñecos de paja teledirigidos a “destruir” el capitalismo por parte de el inglés, en realidad, no tienen ni pies ni cabeza cuando los teóricos de la ciencia económico los tratan de refutar o mejorar…. En su caso, los esfuerzos para contrarrestar los argumentos falaces de Keynes serían los destinados a enredarse en los juegos de palabras y retórica que propone, pero como ni la retórica ni las falacias tienen cabida en el terreno de la ciencia económica, lo aconsejable, por el ahorro de tiempo es ignorar la presente sección, y esto no porque no dispongamos de argumentos científicos como para poder refutar los argumentos de Keynes, sino porque ya venimos acostumbrados a sus falacias sin fundamento que el mismo intenta hacer prevalecer….

  • La eutanasia del rentista

En la eutanasia del rentista, Keynes insiste en invertir causa – efecto en el sentido de que en su imaginario intenta establecer que la inversión (SIN UN AHORRO PREVIO, y repito, SIN LA EXISTENCIA DE UN AHORRO PREVIO), es capaz de producir, por si mismo, niveles de ahorro posteriormente suficientes que permitan generar EL AHORRO INEXISTENTE DEL QUE PARTEN LOS NIVELES DE INVERSIÓN ESTABLECIDOS POR UN PUÑADO DE ILUMINADOS QUE IGNORAN LO ILÓGICO DE LOS ARGUMENTOS DE LOS QUE PARTEN.

Por muchas mayúsculas le ponga, es porque Keynes, en su intento de reavivar las falacias destructivas del mercantilismo, ha convencido a muchos economistas de ideas como las antes mencionadas, esto es, de que por ejemplo, se puede invertir (de manera inflacionista y generadora de burbujas de activos y descoordinación de la estructura del capital) sin respaldo propio de un ahorro generado de manera voluntaria. En definitiva, la eutanasia del rentista por parte de las teorías de Keynes, no sólo satisfacen sus deseos de eliminar de la ecuación a las cabezas de turco que son los prestatarios, sino que también, son funcionales a su falacia, actualmente revivida y popularizada por la Modern Monetary Theory (MMT).

Pero como recurrentemente insisto, la exposición más detallada y a la vez, enriquecedora, se pueden encontrar de manera directa, en la obra de Hazlitt.

  • Robar a quien es productivo

Reviviendo y recordando que lo elemental para que un bien tenga valor alguno, es su escasez[1],  pero sobretodo la insistencia de Keynes de que es destino de los burócratas gubernamentales el de “mantener un nivel de tasa de interés que permita el crecimiento de capital hasta un punto donde aquel deje de ser escaso. A estas alturas, creo yo, es donde Keynes se empecina en defender con uñas y dientes que los culpables de las crisis son los avaros prestatarios, los empresarios dominados por animal spirits, o lo consumidores estúpidos por equivocarse en consumir lo que les conviene…

Las afirmaciones de Keynes son palmarias: “la eutanasia del rentista y del inversionista por no ocupar función alguna para la economía”; “Por tanto, podríamos aspirar, en la practica (no habiendo nada en ello que sea inalcanzable), a un incremento del volumen de capital hasta que este deje de ser escaso, de manera que el inversionista que no desempeña función alguna no reciba ya una bonificación”. No cabe mucho más que decir de esta sección, y esto porque en esencia se trata de las falacias que ya nos tiene acostrumbrado Keynes, pero explicitando de una manera mucho màs clara las medidas a ejecutar para los agentes económicos que, bajo un sistema capitalista de producción, son los culpables de los males que vive el resto de la sociedad. Por lo menos eso es lo que logro deducir, y claro, a estas alturas, por lo menos ya desde algunos capítulos anteriores, estoy viendo que la teoría general es una mezcla de las ideas mercantilistas con una defensa mucho más “diplomática” en lo que se refiere a dejar todo en manos, no ya de monarcas sino de burócratas gubernamentales. En este punto comparto las palabras de Juan Ramón Rallo en Los Errores de la Vieja Economía, donde se refiere al insuficiente alcance de la obra presente de Hazlitt, esto porque Hazlitt se concentró demasiado al criticar casi que punto por punto las falacias de Keynes. Y aunque en cierto sentido comparto el punto de vista, estoy seguro de que a Ramón Rallo le pareció una obra fundamental por lo pionera que fue, en el sentido de “atreverse” y defender de correcta manera, los postulados de Escuelas de Economía que en su momento lograron paralizar a todo el arco intelectual mercantilista, inflacionista y subconsumista. 

  • La socialización de la inversión

Además de la socialización de la inversión, entre las propuestas que recomienda Keynes, se encuentran: que el Estado aumente la propensión a consumir (desaliente el ahorro), y fijar el tipo de interés (reducirlo para generar inflación)… en esta sección aclararemos mejor lo que quiere decir la “socialización de la inversión”, y en palabras sencillas, cuando Keynes habla de socializar la inversión quiere decir que el Estado decidirá qué empresas o industrias habrían de expandir y cuáles habría de congelar o reducir. A diferencia de las ideas económicas liberales, donde prima la inversión privada, la inversión gubernamental propuesta por Keynes es una forma de socialismo.

  • El poder de las ideas

Al margen de las críticas de las ideas y falacias keynesianas, el hombre acertó en su siguiente frase: “Las ideas de los economistas y de los filósofos políticos, tanto cuando están en lo cierto como cuando no lo están, son más poderosas de lo que se supone corrientemente. Verdaderamente, el mundo se gobierna con poco más. Los hombres prácticos, que se creen completamente libres de toda influencia intelectual, son generalmente esclavos de algún economista difunto. Los maniáticos de la autoridad que oyen voces en el aire, obtienen su frenesí en algún mal autor académico de unos años atrás. Estoy seguro de que el poder de los intereses creados se exagera enormemente en comparación con la intrusión gradual de las ideas. No inmediatamente, por supuesto, sino después de un cierto intervalo; porque en el campo de la filosofía económica y política no son muchos los que se dejan incluir por nuevas teorías cuando han llegado a los 25 o 30 años de edad, de forma que las ideas que los funcionarios civiles, los políticos, e incluso los agitadores, aplican a los acontecimientos actuales no es probable que sean las más recientes. Pero, tarde o temprano, son las ideas, y no los intereses creados, las que resultan peligrosas para bien o para mal.”

Y tenía razón al decirlo, y esto porque aún el la actualidad, las ideas y falacias keynesianas siguen siendo populares entre los economistas, y por eso es muy importante seguir refutando esas falacias, porque como hasta el momento se ha dedicado a demostrar este libro es eso: que sus falacias, su retorica y su limitado razonamiento económico son causantes de verdadero desastres cuando están en poder de burócratas, políticos o economistas partidarios al control centralizado de las economías.


[1] No por poco la revolución marginalista, especialmente de la mano de Menger, resolvió la paradoja del valor, esto es, que los bienes considerados relativamente más valiosas que los bienes relativamente más abundantes en su comparación, como son los diamantes (que por ser escasos) los agentes económicos consideran relativamente más valiosos, que, por ejemplo, la abundancia del carbón (mucho mas escaso que los diamantes)

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