Fascismo y Capitalismo – Llewellyn H. Rockwell (1)

Sección I – La realidad del fascismo estadounidense

Capítulo 1 – La realidad del fascismo republicano

Según Rockwell, “la llegada a la presidencia de los republicanos (George W. Bush), combinada con un interminable estado de guerra (atentados del 11-S), ha proporcionado todos los mecanismos necesarios para convertir en estatista un pujante movimiento libertario”[1]. Pensando en los gobiernos de la región, diría que muy probablemente Argentina no hubiera estado pasando lo efectos del gradualismo, si su clase política hubiera puesto en práctica estas dos recomendaciones de Rothbard: “que los reformadores no se mueven lo suficientemente rápido”, es decir, que en lugar de ajustar lo que es necesario[2], se convierten en gradualistas; segundo: “que los reformadores dejan demasiado en vigor que puede ser usado por su sucesores para reconstruir el estado que se ha luchado tanto por desmantelar”.  

La derecha estadounidense, a partir del gobierno de George H. W. Bush (1994), empezó a definirse como antiizqueirdista, y no como favorable a la libertad como era antes. El problema de que se hayan definido como antiizquierdista consistía en que dejaban de lado un programa para la libertad, reemplazado por uno para “aplastar a los izquierdistas y sus costumbre bohemias y sus pretensiones intelectuales”[3].

Como mencioné al principio, los atentados del 11-S, aumentaron la planificación centralizada por el gobierno (republicano) estadounidense, a tal punto penetró esto, que la gente se fue subordinando a la maquinaria estatal: ya no reclamaba libertad, sino por el contrario, más control del estado.

En resumen podríamos decir que lo que vió Rockwell ese momento fue un “fascismo actualizado y americanizado”[4] que defiende instituciones como la familia, la religión y bandera, y que ve al estado como “el principio organizativo central de la sociedad, considera a las instituciones públicas como los medios más esenciales por los que todas estas instituciones quedan protegidas y promovidas y adora al jefe del estado como un personaje divino que sabe mejor que cualquier otro lo que necesitan el país y el mundo…”

En sus palabras: “En 1994, el estado central era visto por la burguesía como la principal amenaza para la familia; en 2004 se ve como la principal herramienta para mantener unida la familia y asegurar su ascendencia. En 1994, el estado se veía como enemigo de la educación; hoy, las mismas personas ven al estado como el medio para aumentar la calidad y eliminar las influencias izquierdistas en ella. En 1994, la mayoría de los cristianos veían que el Leviatán era el principal enemigo de la fe; hoy, ven al Leviatán como la herramienta con la que garantizarán que su fe tenga un impacto en el país y el mundo.”[5]

Frente a esto, el libertario estadounidense tiene que hacerle frente no solo a la izquierda, sino también a la derecha; si bien actualmente en la región, han surgido atisbos de gobiernos de derecha, creo que más lucha tendríamos que dar contra la izquierda tan enquistada en el pensamiento intelectual latinoamericano, y por tanto, dominante de la política o la economía. Pero también reconocer que “la doctrina de la libertad contiene elementos que se corresponden con la izquierda como con la derecha contemporáneas”[6]. El siguiente cuadro lo resume así:

Para terminar, con la puesta de moda del pensamiento de derecha en la región, y con el resurgimiento del pensamiento de izquierda (recientemente impulsado por su prensa, sus intelectuales y algunos de sus dictadores), nos viene bien las palabras con las que Rockwell termina su primer capítulo:

“…los tiempos actuales pueden verse como un periodo de formación para todos los verdaderos amigos de la libertad. Tenemos que aprender a reconocer los muchos disfraces distintos con los que se presenta la tiranía. El poder es proteico, porque debe suprimir ese impulso hacia la libertad que existe en los corazones de todas las personas. El impulso está ahí, esperando tácitamente a la conciencia para amanecer. Cuando lo hace, el poder no tiene ninguna oportunidad”[7].


[1] Página 13

[2] Rothbard recomendaba ajustes drásticos en gasto, impuestos y regulación y no sólo en el ámbito doméstico, sino también en el ejercito y política exterior, algo que consideraba crucial para cualquier programa de gobierno pequeño.

[3] Página 17

[4] Página 20

[5] Página 19

[6] Palabras de Rothbard en 1965, página 22

[7] Página 23

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