“El liberalismo es una teoría que exclusivamente se interesa por la terrenal actuación del hombre. Procura, en última instancia, el progreso externo, el bienestar material de los humanos y, directamente, desde luego, no se ocupa de sus necesidades metafísicas, espirituales o internas. No promete al hombre felicidad y contento; simplemente la satisfacción de aquellos deseos que, a través del mundo externo, cabe atender.”
- Ludwig von Mises
El liberalismo no se restringe a asuntos reduccionistamente económicos, sino que promueve una convivencia pacífica y mutuamente respetuosa entre los heterogéneos planes vitales de todas las personas. El liberalismo defiende tanto las libertades civiles como las libertades económicas, dentro de las primeras podemos mencionar la libertad de creencias, de intercambio, de movimiento y la libertad sexual, por ejemplo.
Ante todo, el liberalismo parte de una dimensión ética, donde los hombres se rigen por el gobierno de leyes y los derechos de propiedad de cada individuo son respetados. Una sociedad sin estos principios será una sociedad vulnerable de caer en la tiranía, pues en lugar de un gobierno de leyes lo que tendremos será un gobierno de hombres, quienes ejercerán ese poder para violar la propiedad ajena de acuerdo a sus propios intereses. Por tanto, el liberalismo es una filosofía política que defiende un igual derecho de todas las personas a perseguir sus diversos proyectos de vida en un marco de normas éticas universales, simétricas y funcionales.
El conjunto de ideas que el liberalismo tiene de la economía considera central el bienestar del consumidor. El liberalismo no favorece a un puñado de empresarios per se, el liberalismo defiende a los consumidores, cuando argumentamos a favor del mercado libre, lo hacemos porque de esa forma, los empresarios deberán esforzarse, y los que mejor satisfagan las necesidades del consumidor tendrán todo el derecho de beneficiarse, porque le hicieron un bien a la sociedad; del mismo modo, los empresarios que no logren satisfacer las necesidades del consumidor estarán destinados a fracasar. Lo que sí beneficia a ciertos empresarios son las subvenciones, las barreras arancelarias, el proteccionismo, el crédito artificialmente barato, los planes de estímulo y la obra pública entre otros aspectos, pero esos beneficios los promueve el Estado, no los defensores de la libertad.
Cuando hablamos de libertad económica nos referimos a qué parte de tu dinero ha de ser gastado por el Estado y cuánto de tu dinero deberías mantener para gastar en tu familia, pues lo que no debemos olvidar es que el Estado no tiene otra fuente de dinero que lo que las personas ganan, asi que si el Estado quiere gastar más puede hacerlo a costa de tus ahorros, cobrándote impuestos más altos o endeudando a nuestras generaciones futuras.
En síntesis: el avance del Estado elimina nuestra libertad. Para saberlo, no hace falta irnos tan lejos, la sociedad venezolana fue una víctima más del avance del Estado: al fin y al cabo, todos los experimentos socialistas terminan en crisis sociales ¿Por qué? porque los intelectuales socialistas no tienen idea de cómo funciona la economía, aún creen en la teoría del valor trabajo de Marx sin darse cuenta de que su teoría fue refutada hace más de un siglo por el economista de la Escuela Austríaca Eugen Böhm-Bawerk. Tan malos son en economía, que cuando las ideas socialistas se llevan a la práctica, siempre terminan en desastre: la URSS, Cuba, Venezuela, Corea del Norte, son algunos ejemplos de represión del Estado a las libertades individuales. Nada es gratis, los derechos que otorgan los políticos del Estado y se atribuyen como propios en realidad son obligaciones que cargan otras personas, por ejemplo, si el político inaugura un estadio de fútbol o entrega viviendas, lo está haciendo con recursos de terceros, recursos que no le pertenecen y que obtiene por la fuerza ¿Qué cree que sucedería si usted se rehusara a pagar impuestos?
Para finalizar, la sociedad tendrá que elegir entre dos formas de gobierno: la que se basa en una sociedad libre y otra donde existe sólo una visión, que, en su versión extrema, el socialismo, la economía está planificada centralmente por un puñado de políticos, burócratas e ingenieros sociales, quienes, en busca del bien común, dirigen el destino de toda una sociedad: como si supieran mejor que nosotros lo que nos hace bien y lo que no.