La Crisis del Modelo Estatal de Reparto en Argentina

“Cuantas más restricciones existan y más artificiales sean los tabúes que haya en el mundo, más se empobrecerá la gente… Cuanta más prominencia se dé a las leyes y regulaciones, más ladrones y bandidos habrá.”


El sistema de pensiones de reparto o sistema de reparto fue creado por el Canciller de Prusia Otto von Bismark en el siglo XIX. En un sistema de reparto, el sistema estatal actúa como agencia mediadora entre los cotizantes o aportantes, y las personas en edad de jubilación, de manera que los cotizantes actuales financian a las personas en edad de jubilación actuales.

En esencia, un sistema de reparto es perverso e insostenible por dos razones: destruye el vínculo entre la responsabilidad y el derecho de ambas partes; y es insostenible por el propio proceso de envejecimiento poblacional que transitan todos los países del mundo, pero de ninguna manera constituye un problema en sí, pues la gente ahora vive más años y ha mejorado su calidad de vida gracias al capitalismo y la globalización.

Pero entrando en tema, cuando el gobierno fija por ley un sistema de reparto, este no quiebra de la noche a la mañana, pero su fin es inminente, y no existe ley estatal que pueda sostenerla en el tiempo: su quiebra puede servirnos como alerta. Cuando el sistema de reparto quiebra, lo más ingenuo y lo más irresponsable sería dejar la solución en manos de los políticos, pues la mayoría tiene una mentalidad estancada en el corto plazo: les importa más renovar su próximo mandato que las cuestiones de largo plazo.

La otra perversión del sistema de reparto es que funciona como un esquema Ponzi, pero mucho peor, porque al menos puedes salir de manera voluntaria, pero en cambio, cuando el sistema de reparto se convierte en fraude (quiebra), no te dejan salir. Pero, además, al fijarse mediante ley, el sistema de reparto prohíbe el crecimiento económico eficaz: si por ley te prohíben administrar tu ahorro para dárselo al Estado, es imposible que ahorre, invierta o genere valor mejor que tú. Creer que una burocracia destinará esos recursos mejor que tú es engañarse a sí mismo.

El sistema de reparto actual consta de 12.2 millones de cotizantes totales y 6.8 millones de jubilados, es decir 1.8 cotizantes por jubilado. Si incluimos los empleados registrados y no registrados, la relación llega a 2.5 cotizantes por jubilado.

Para aligerar las cuentas, supongamos que el salario mínimo es de 100 pesos mensual, del que se deduce 17 pesos del empleado y 28 del empleador para sostener el sistema, pagando en promedio 22 pesos por cabeza cuando el sistema requiere 80 pesos que es el pago de una jubilación mínima. Es decir, actualmente el sistema necesita 4 cotizantes para no quebrar.

No es posible sostener el sistema de reparto actual. Suponiendo que autónomos y monotributistas aportan como empleados en relación de dependencia, y suponiendo además que los empleados no registrados pasan a estarlo y aportan como empleados en relación de dependencia, llegamos a un total de 2.5 cotizantes por jubilado, cuando el sistema necesita 4 cotizantes por jubilado para no quebrar. Es por eso por lo que, si los políticos no cambian este sistema, sostenerlo implicará: subidas de impuestos; reducción en las jubilaciones; o una combinación de ambas medidas más adelante, sin solución al problema estructural actual.

Cualquier sistema de reparto se vuelve insostenible con el cambio demográfico, comprender eso es fundamental. Si hacemos una comparación, la estructura poblacional del país actualmente se encuentra entre los cuatro más envejecidos de Latinoamérica, y si consideramos la tendencia, en los próximos 20 años disminuirá el crecimiento vegetativo y aumentará la esperanza de vida, es decir que la punta del triángulo invertido soporta una base cada vez mayor.

Si miramos los sistemas de pensiones del mundo, existen diversas alternativas al sistema de reparto actual, incluso existen consultoras especializadas que realizan índices de los mejores sistemas de pensiones que hay en el mundo. La más conocida en esto es la consultora Melbourne Mercer Global, quien “pone mejor nota” a los sistemas de pensiones que proporcionan una pensión elevada en relación a los salarios y de manera sostenible. Este índice tiene en cuenta la idoneidad (lo bien que la pensión puede cubrir las necesidades básicas), la sostenibilidad del sistema y la integridad.

Si algo tienen en común los mejores sistemas es que combinan un sistema público que asegura un mínimo para todos, con un modelo privado articulado mediante iniciativa privada. Es decir, son modelos mixtos, habituales en los países ricos. Si el sistema quebró, y lo estamos viendo, ¿no es momento de proponer alternativas hechas a medida para el país?

El Estado argentino ha quebrado un régimen de capitalización y otro de reparto: ¿vamos a quedarnos sentados a esperar que lo quiebre por tercera vez?